Llegué 10 minutos tarde a mi cita con el caballero medieval. Su apariencia despistaría a cualquiera: ropa juvenil, una frondosa barba y una piel sonrosada que se adivinaba suave bajo toda esa pilosidad enmarañada.
Imaginé encontrar un hombre apagado, tan gris como el disfraz que ha asumido en su vida pública. Sin embargo, la sonrisa que se insinuaba tras el tapabocas daba luz a todo su rostro. Los ojos chispeaban pícaros y me atraparon con las rutilantes estrellas que bailaban por miríadas en sus pupilas. Habló entusiasta sobre la música, el arte, la filosofía, la pedagogía, el ritmo, las armonías y la necesidad de dinamitar las diferencias sociales desde adentro.
Mi mente trataba de seguir el ritmo casi frenético de su discurso pero me distraje con el brillo de sus magníficos ojos pardo-rojizos al describir sus pasiones. Mi arrobamiento era evidente porque, de repente, el caballero pausaba el vuelo que habían tomado sus palabras, me miraba con detenimiento y esbozaba una media sonrisa cuyo significado no era otro que "¡te pillé!"
Entretanto, mientras me emocionaba con sus sonrisas y sus manos que volaban para explicar una técnica musical, mi mente me ofrecía un campo minado de autocríticas en donde estallaban bombas al paso de mis pensamientos: estás inflamada, tu blusa blanca hace que parezcas un fantasma anémico, tu mirada se ve más cansada de lo normal porque tuviste un error en el maquillaje, debiste haberte aplicado el labial del rojo perfecto... al menos con eso habrías podido llevar el tema de conversación hacia el personaje que le da nombre al cosmético y coincide con el nombre de la protagonista femenina de su historia literaria y cinematográfica favorita.
No supe ser una buena interlocutora. Definitivamente no sé seducir. Devolvió mis elogios usando las mismas palabras que yo había usado hacia él, signo de que los pronunciaba por mera cortesía. De la misma manera, me di cuenta de que en mi vida no hay nada qué contar excepto dramas personales que solo interesan a mi terapeuta ya que son la materia prima con la que alimento semanalmente su tediosa tarea.
Mina ha fracasado en su tarea de seducir al conde Vlad. No tiene el color ni la sangre necesarios.