Cuando despiertas, anhelas que la mirada de él sea el primer regalo del nuevo día.
Cuando las gotitas de agua tocan tu piel y resbalan
por tus curvas en la ducha, deseas que sean los dedos de él los que te exploren.
Cuando mezclas el café, tu mirada se pierde en el
horizonte imaginando conversaciones con él al calor de esa bebida.
Cuando oyes la notificación de sus mensajes, tu
corazón se acelera.
Cuando es una video llamada con él, no puedes
evitar sonreír como tonta mientras miras a la cámara y te sonrojas como
quinceañera.
Cuando preparas tus alimentos, añoras que él se
acerque por detrás y te robe un beso que se pierde irremediablemente en el
vacío.
Cuando te vas a la cama en la noche, desearías que en
vez de sábana fueran sus brazos los que te rodean y te dan calor.
Cuando sueñas, sus ojos llenos de estrellas y su
sonrisa luminosa parecen estar tan cerca como la alarma que te arroja de golpe fuera
de la fantasía.
Cuando piensas hace cuánto le conoces, te percatas
de que es más tiempo el que llevas amándolo del que te queda para compartir junto
a él.
Cuando te das cuenta de que no hay posibilidad de
vivir el amor porque él está lejos y no hay manera de acercarse, quisieras nunca
haberlo conocido.
Cuando sabes que tus decisiones fueron las que te
alejaron de él, reniegas de tu yo del pasado, ¡tan racional!
Cuando recuerdas que a todos nos respira La Muerte
en el hombro, le ruegas que te lleve de una buena vez si nunca les va a permitir
estar juntos.